01 – Épico
02 – Actitud
03 – Cambios
04 – Borderline
05 – Darling (Surfer Rosa)
06 – Soledad
07 – Maldito Y Enfermo
08 – Maquiavelo
09 – Placebo
10 – Punkie
11 – Alguien Te Esta Mirando
12 – Angelo
13 – Honey
14 – Papi
15 – Youngs
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Punk Rapidshare
jueves, 24 de marzo de 2011
miércoles, 2 de marzo de 2011
Sobre la tradición punk de escupirse tontamente entre sí
Colgué la campera de cuero, los borceguíes y los pantalones achupinados hace más o menos una década, cuando el siglo XXI recién despuntaba y miraba los años apenas pasados con una mueca de incredulidad y hastío: ¿Qué ha sido todo este gran desperdicio? El corte fue simultáneamente gradual y tajante. Había pasado buena parte de mi tiempo de vida —el período que suele asociarse a la adolescencia y la primera juventud— en ese espacio a veces material y a veces simbólico que podríamos llamar “la escena punk”, y de repente todo aquello se me antojaba ajeno, superficial, intelectualmente tacaño. Todos esos gestos y todos esos relatos legitimados, ahora se me hacían huecos y vacíos.
Digo que fue gradual y tajante porque algunas prácticas no se sacan de encima de un día para otro, y porque otras prácticas sí es posible cortarlas de cuajo apenas asoman sus feas cabezas. Algunas músicas, algunas estéticas, algunas educaciones de la conducta y algunos gustos por determinados artefactos culturales perduraron a través de los años, perduran todavía hoy. Otras prácticas, no. De todas ellas, nombraría la asistencia a conciertos. Si debiera enumerar los conciertos a los que fui arrastrado en la última década, casi siempre por obligación y sin muchos deseos de estar allí, ostentaría un promedio de uno, o de medio, por año. Y creo estar abultando la cifra.
Mentiría si afirmara que echo de menos esos conciertos. No lo hago. Mentiría además si no recordara que ya en ese momento me incomodaba compartir oxígeno con tantos organismos culturales tan pobremente desarrollados. Una de las grandes paradojas del punk rock es que sus adherentes enfatizan la idea de agudizamiento del pensamiento, de libertad intelectual, de compromiso reflexivo, de responsabilidad artística y política, y al mismo tiempo cuentan en sus filas con los más obtusos exponentes de la especie humana, individuos cuya idea de libertad intelectual, de compromiso reflexivo, etc., se reduce a apedrear la puerta de una discoteca para que los dejen pasar sin pagar entrada. Se le puede perdonar a un adolescente descarriado, justamente porque adolece de un juicio social formado, completo, consumado, propio de adultos; verlo en tipos más grandes ya es triste.
De todas las gansadas que se repiten en nombre del estereotipo punk, escupirse tontamente es una de las peores. Escuché muchas justificaciones al respecto: que es una forma de saludar a los músicos; que es un modo de repudiar la distancia entre artista y espectador; que es un rito de pertenencia; que los músicos lo toman como un signo de camaradería. Por supuesto que ningún músico medianamente equilibrado estaría de acuerdo con esto. Montones de ellos suspenden conciertos, se niegan a tocar bises, reducen el repertorio a causa de esta práctica repulsiva. Cuando Sex Pistols tocó en Buenos Aires, en diciembre de 1996, habían colocado dos grandes ventiladores de cara al público para devolver los escupitajos a su lugar de origen. El cantante del grupo vasco la Polla Records, Evaristo Páramos Pérez, salía al escenario con un gran paraguas en el que había escrito una exhortación —no la recuerdo textualmente— para que el público escupiera a la puta de su madre. Al final era peor, dicho sea al pasar, el pobre hombre acababa cubierto de flema nomás abría su paraguas.
En su libro I was a teenage Sex Pistol (1990), el bajista de Sex Pistols, Glen Matlock, contaba que la odiosa costumbre de las salivadas fue inaugurada en unos conciertos de 1976, en el 100 Club londinense, cuando el baterista del grupo colega The Damned, un tal Rat Scabies, empezó a expectorar a la audiencia y la audiencia le devolvió la gentileza. “Así fue inventada esa gran tradición de las escupidas”, escribió Matlock.
Aunque haya excepciones en uno y otro sentido, siempre pensé que la rutina debe tomarse como un síntoma de violencia colectiva, de esa mezcla de permisividad e impunidad que instaura el anonimato del gran número. Excepto que las cosas hayan cambiado demasiado en tiempos recientes, no verás, en un concierto punk para veinte o treinta personas, que algún espectador se ponga a escupir a quien está tocando en el escenario o en el rincón que hace las veces de escenario. Sucede más bien cuando cierta cantidad de asistentes anónimos esconden, vuelven inidentificable, al escupidor. También, cuando se imponen otras distancias; por ejemplo, la distancia del idioma o de la procedencia del músico escupido.
El espectáculo de músicos expectorados, incluso de músicos expectorados devolviendo las expectoradas, no tiene ninguna relación con el arte, el entretenimiento, las provocaciones o las rupturas culturales; es una tontería y nada más.
Y ahora que lo escribo, ya recuerdo por qué razón —entre otras— colgué la campera de cuero, los borceguíes y los pantalones achupinados.
(+) Marcelo Pisarro, "Sobre la tradición punk de escupirse tontamente entre sí", Nerds All Star/ Revista Ñ.
Digo que fue gradual y tajante porque algunas prácticas no se sacan de encima de un día para otro, y porque otras prácticas sí es posible cortarlas de cuajo apenas asoman sus feas cabezas. Algunas músicas, algunas estéticas, algunas educaciones de la conducta y algunos gustos por determinados artefactos culturales perduraron a través de los años, perduran todavía hoy. Otras prácticas, no. De todas ellas, nombraría la asistencia a conciertos. Si debiera enumerar los conciertos a los que fui arrastrado en la última década, casi siempre por obligación y sin muchos deseos de estar allí, ostentaría un promedio de uno, o de medio, por año. Y creo estar abultando la cifra.
Mentiría si afirmara que echo de menos esos conciertos. No lo hago. Mentiría además si no recordara que ya en ese momento me incomodaba compartir oxígeno con tantos organismos culturales tan pobremente desarrollados. Una de las grandes paradojas del punk rock es que sus adherentes enfatizan la idea de agudizamiento del pensamiento, de libertad intelectual, de compromiso reflexivo, de responsabilidad artística y política, y al mismo tiempo cuentan en sus filas con los más obtusos exponentes de la especie humana, individuos cuya idea de libertad intelectual, de compromiso reflexivo, etc., se reduce a apedrear la puerta de una discoteca para que los dejen pasar sin pagar entrada. Se le puede perdonar a un adolescente descarriado, justamente porque adolece de un juicio social formado, completo, consumado, propio de adultos; verlo en tipos más grandes ya es triste.
De todas las gansadas que se repiten en nombre del estereotipo punk, escupirse tontamente es una de las peores. Escuché muchas justificaciones al respecto: que es una forma de saludar a los músicos; que es un modo de repudiar la distancia entre artista y espectador; que es un rito de pertenencia; que los músicos lo toman como un signo de camaradería. Por supuesto que ningún músico medianamente equilibrado estaría de acuerdo con esto. Montones de ellos suspenden conciertos, se niegan a tocar bises, reducen el repertorio a causa de esta práctica repulsiva. Cuando Sex Pistols tocó en Buenos Aires, en diciembre de 1996, habían colocado dos grandes ventiladores de cara al público para devolver los escupitajos a su lugar de origen. El cantante del grupo vasco la Polla Records, Evaristo Páramos Pérez, salía al escenario con un gran paraguas en el que había escrito una exhortación —no la recuerdo textualmente— para que el público escupiera a la puta de su madre. Al final era peor, dicho sea al pasar, el pobre hombre acababa cubierto de flema nomás abría su paraguas.
En su libro I was a teenage Sex Pistol (1990), el bajista de Sex Pistols, Glen Matlock, contaba que la odiosa costumbre de las salivadas fue inaugurada en unos conciertos de 1976, en el 100 Club londinense, cuando el baterista del grupo colega The Damned, un tal Rat Scabies, empezó a expectorar a la audiencia y la audiencia le devolvió la gentileza. “Así fue inventada esa gran tradición de las escupidas”, escribió Matlock.
Aunque haya excepciones en uno y otro sentido, siempre pensé que la rutina debe tomarse como un síntoma de violencia colectiva, de esa mezcla de permisividad e impunidad que instaura el anonimato del gran número. Excepto que las cosas hayan cambiado demasiado en tiempos recientes, no verás, en un concierto punk para veinte o treinta personas, que algún espectador se ponga a escupir a quien está tocando en el escenario o en el rincón que hace las veces de escenario. Sucede más bien cuando cierta cantidad de asistentes anónimos esconden, vuelven inidentificable, al escupidor. También, cuando se imponen otras distancias; por ejemplo, la distancia del idioma o de la procedencia del músico escupido.
El espectáculo de músicos expectorados, incluso de músicos expectorados devolviendo las expectoradas, no tiene ninguna relación con el arte, el entretenimiento, las provocaciones o las rupturas culturales; es una tontería y nada más.
Y ahora que lo escribo, ya recuerdo por qué razón —entre otras— colgué la campera de cuero, los borceguíes y los pantalones achupinados.
(+) Marcelo Pisarro, "Sobre la tradición punk de escupirse tontamente entre sí", Nerds All Star/ Revista Ñ.
Publicado por Gabriel K. en 22:46
Etiquetas: Marcelo Pisarro, Textos
miércoles, 31 de marzo de 2010
A77aque - Radio Insomnio
01. Radio insomnio
02. Cosas que suceden
03. Canción inútil
04. Autoestigma
05. El ciruja
06. Vacaciones permanentes
07. Caballito de hierro
08. El pobre
09. Beatle
10. El camino
11. Debilitándonos
12. Silent hill
13. Resistiré
14. Jodie
15. Espiral de silencio
16. Nuestros años felices
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viernes, 11 de abril de 2008
The Sex Pistols - Flogging A Dead Horse (1980)
Flogging a Dead Horse is a compilation album of singles by the Sex Pistols, released after their break-up, and includes the four songs that were issued as singles A-sides from Never Mind the Bollocks, Here's the Sex Pistols with three of their B-sides, as well as the six A-sides that were issued off the Great Rock 'n' Roll Swindle and one B-side, My Way.
1. Anarchy In The UK
2. I Wanna Be Me
3. God Save The Queen
4. Did You No Wrong
5. Pretty Vacant
6. No Fun
7. Holidays In The Sun
8. No One Is Innocent
9. My Way - Sid Vicious
10. Something Else
11. Silly Thing
12. C'Mon Everybody
13. (I'm Not Your) Stepping Stone
14. The Great Rock 'N' Roll Swindle
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Password: http://www.mediaportal.ru/
Publicado por Gabriel K. en 3:39
Etiquetas: The Sex Pistols
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